Todos se van de Sergio Cabrera (Colombia, 2015)
El cine, como la mayoría de las
artes, suele enaltecer la figura y personalidad del autor, a veces por encima
de la obra misma. El llamado cine colombiano no ha sido la excepción; un reducido número de directores ha ocupado un
lugar privilegiado dentro de la cinematografía nacional. Excluyendo un par de
nombres recientes, este selecto grupo está conformado por realizadores con una
trayectoria relativamente nutrida; que filmaron el grueso de su trabajo antes
de la llegada del 2000. Sergio
Cabrera se hizo un merecido lugar en esta suerte de parnaso cinematográfico
con películas como La estrategia del caracol o Ilona llega con la lluvia. Luego de 11 años de ausencia en la pantalla
grande, su regreso estaba cargado de expectativas.
Todos
se van, trabajo con el que
Cabrera rompe su silencio, está basada en el libro homónimo de la cubana Wendy Guerra. Tanto la
obra literaria como la película son narradas desde el punto de vista de Nieve, una
niña de ocho años que se enfrenta a la separación de sus padres, y con ella al mundo
adulto y hostil de la Cuba de finales de los años 70 y principios de los 80. Cada
uno de los progenitores de la protagonista asume de una forma diferente los
conceptos de revolución y de libertad: la madre defiende la libertad y el arte
ante todo, llegando a contradecir la censura de la emisora en la que trabaja; el
padre, por el contrario, representa el anquilosamiento de las normas
revolucionarias en una nueva forma de represión, su obra como dramaturgo se limita a unas cuantos libretos adoctrinantes
y panfletarios.
A pesar de lo interesante que
pueda resultar su planteamiento y la validez de la reflexión que trae consigo;
algunos problemas hacen caer todo el andamiaje de la película. Una vez negado
el permiso para filmar en Cuba, el equipo se vio obligado a recrear, de manera
bastante precaria, el ambiente de la isla en Colombia. Santa Marta es la ciudad de Cienfuegos y
algún lugar de Cundinamarca son las montañas del Escambray; la Habana por su
parte está reconstruida por un efecto de croma que deja bastante que desear.
Sin embargo, no son los espacios los que más disuenan, hay que recordar que
para Confesión
a Laura de Jaime Osorio, las calles habaneras remplazaron la Bogotá del
año 48; sino los actores, en su mayoría
colombianos, a los cuales se les puede
notar la incomodidad con el acento impuesto; agregando el choque que produce
escuchar a la mayoría de personajes hablando con un acento bogotano, mal
disimulado, en la mitad del Caribe. Estas inconsistencias son el principal
problema para una cinta, que como dice el mismo Cabrera en entrevista
con el periódico El país de Cali: “En
Colombia no es muy colombiana y en Cuba no es muy cubana”.
Por otro lado, aun omitiendo
algunos detalles técnicos, como la intrusión del micrófono en una escena y el desastroso efecto de croma durante el viaje a la Habana
de la protagonista, el lenguaje utilizado durante la película, no dista para nada
de una drama telenovelesco: zooms y música de cuerda que acentúan actuaciones que
ya de por sí resultan recargadas, antagonistas y protagonistas casi
caricaturizados en lo excesivo de sus posiciones morales, y situaciones extremadamente
dramáticas. Si bien la reminiscencia de la televisión ya se puede atisbar en La
estrategia del caracol, en Todos se
van, llega realmente a chocar; tal vez porque termina sumándose a la
desazón que dejan la incongruencia en
las actuaciones y los escenarios.
Por otro lado, algunas
situaciones dejan ver la mano del guionista sobre la historia. Personajes que
aparecen de la nada para salvar a Nieve de la furia de su padre; el típico
compañero infantil cuyo rol es prescindible e inaportante; y la evidente incongruencia
entre las personalidades de la niña que escribe el diario y su personaje en la cinta;
que incluso cuando recita una tarea sobre la libertad y la autoridad, bastante
forzada por cierto, desatina completamente con la figura de la niña reflexiva
pero natural que narra la historia a
través de una voz en off.
Omitiendo la escena de la lectura
antes mencionada, que hace demasiado explícito el trasfondo de la película, Todos se van maneja un juego moral entre
la libertad y la autoridad bastante interesante. ¿Se puede ser realmente libre?
¿Hasta qué punto lo que se consideran sacrificios por la libertad no son un
exceso de autoridad camuflado? Son incógnitas que la mente inquieta de la
protagonista se traza sobre la relación con sus padres, obligando al espectador
a planteárselas junto a ella.