Climas. Enrica Pérez. (2014)
En la selva Eva, una adolescente afanada por descubrir su sexualidad, recibe
en su casa a un tío al que no veía desde que era niña. En la sierra
Zoraida se enfrenta a la inesperada visita de su hijo que
acaba de salir de prisión. Victoria es una mujer limeña de clase alta a quien
un obscuro secreto vuelve la vida tan gris como la ciudad que habita. Estas
tres historias completamente diferentes componen la ópera prima de Enrica Pérez. Un retrato no sólo de la mujer; sino también
del Perú.
En el cine, como en la mayoría de campos humanos, la mujer fue relegada
por mucho tiempo a un papel secundario. Los primeros retratos cinematográficos
femeninos eran miradas completamente masculinas. De ahí, que el hecho de que
una directora haga al público reflexionar sobre problemáticas femeninas sea un
logro. Vale la pena aclarar que para esto no hace falta rotular la película con
etiquetas bastante discutibles como “feminista” o “cine de mujeres”.
En el caso de Climas se
podría hablar incluso de un logro doble, pues no sólo se trata de una
visión de la mujer hacia la mujer; sino también de una representación
desde adentro de un país subdesarrollado, sometido infinidad de veces a una
mirada externa.
Cabe resaltar que Climas no cae en el simplismo, ni en
la victimización; sino que muestra las facetas que puede tomar un
sujeto doblemente subalterno cómo lo es la mujer en cualquier país de América
Latina.
Tal vez inconscientemente, Pérez retrata cada una de los intereses
que para la crítica estadounidense Laura Mulvey son ignorados por
una visión masculina de la mujer. En primer lugar, la sexualización
de la niña cómo lo retrata la historia de Eva y su despertar sexual; en segundo
lugar la mujer sexualmente madura como no-madre, a la
que bien podía ceñirse la historia de Victoria que toma píldoras
anticonceptivas a espaldas de su pareja; Finalmente, una maternidad no fálica,
cómo la representada por Zoraida y la relación con su hijo, cuyo regreso
reafirma sus temores.
Por otro lado, técnicamente la película está lejos de estar bien
lograda. No sólo cae en un interés exagerado por el paisaje, que se ha
convertido en un tópico común en las películas latinoamericanas que triunfan en
Europa; sino que también posee una estilización visual, con iluminaciones
marcadamente artificiales, que resulta chocante y parece competir con la
historia por la atención del espectador. Algunos efectos sonoros se notan muy manipulados
y la música, bastante pobre por un lado, no aporta nada a la película emocional
o narrativamente. Esto, sumado a que las actuaciones no resultan del todo
creíbles, más cuando se mezcla en la misma escenas actores profesionales y
naturales, termina impidiendo una real inmersión en cada una de las
historias.
Climas es uno de esos ejemplos que deja claro que en
Latinoamérica abundan las historias por contar y que poco a poco las nuevas miradas
comienzan a surgir. Sin embargo, también revela que el problema del
cine latinoamericano y su fracaso en taquilla radican en el apego a
parámetros impuestos internacionalmente para películas de países periféricos.
El uso excesivo de planos contemplativos, las actuaciones
naturales y un irracional interés en los paisajes, son una de las
causas por las que las películas realizadas en Latinoamérica tienen dificultades a la hora de abrirse camino ante
un público interno. Si bien no se puede por ningún motivo reprochar el surgimiento de nuevas representaciones que oxigenan
el panorama cinematográfico latino, queda abierto el interrogante sobre quiénes
realmente disfrutan y reflexionan sobre estas.
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